El PEPÍN BELLO de la microficción (II)

Todos los autores seleccionados para esta entrada, al igual que en la titulada "El PEPÍN BELLO de la microficción", me honran con estar entre mis amigos de facebook.
 

Desde aquí, mi más sincero agradecimiento:

Fernando Gómez Lamadrid, 
el Pepín Bello de la microficción.



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NOTAS FALSAS
Ginés S. Cutillas

   Eligió la melodía con cuidado. Debía ser lo suficientemente pegadiza e inusual. Al día siguiente, en la oficina, se pasó toda la mañana silbándola al oído de su compañero. Cuando por la noche llegó su mujer a casa tarareándola, se confirmaron sus sospechas.



DUERMEVELA
Gemma Pellicer

   Tiene el sueño costuras que no siempre alcanzamos a percibir. De madrugada, vislumbra el niño la boca luminosa del túnel, confiado en que le permita ponerse a salvo de sus aleteos de torpe mariposa, y de paso descansar del rastro de magulladuras que ha ido dejando tras de sí. Por el contrario, cree distinguir la joven luciérnaga en esa misma abertura la simpleza del agujero, y no alcanza sino a reconocer la salida única de siempre, tan aburrida y falta de emoción. Como en una fábula triste, sólo el viejo murciélago parece atisbar en la hendidura desnuda la verdadera orfandad.



AGENCIA DE VIAJES
Manu Espada

   El comercial me ofreció un tour por el País de Nunca Jamás. Mi vecino me había enviado desde allí una postal el verano pasado y me pareció lo más parecido a un parque temático, por lo que deseché la opción. Las fotos que aparecían en los folletos de Mordor mostraban unas tierras oscuras y volcánicas, salpicadas por llanuras de ceniza. También lo descarté. Buscaba algo más luminoso, y apenas tenía nociones de élfico, más allá de un año en la escuela oficial de idiomas. Me propuso una ruta por Macondo. Ya conocía la ciudad por motivos de trabajo. Aunque me gustaban sus casas de paredes de espejo era demasiado ruidosa. Luego me enseñó un catálogo de Comala como alternativa. Tampoco. Un secarral sin ambiente. Excesivamente tranquila. Me interesé por el póster de Gotham que había en la pared, aunque me quitó la idea de la cabeza. Al parecer vivía revueltas sociales. Sobre la mesa del comercial había un libro en cuya portada lucía una ciudad preciosa. En primer plano se veía un puente de piedra que cruzaba un río, con una orilla ribeteada de juncos. Al fondo, dos catedrales doradas remataban la imagen. Le pedí que me mostrara esa guía. Quería ir a ese lugar. Me respondió que no era una guía, sino un libro de ficción. Ese sitio tan bello era pura fantasía. ¿Por qué los parajes más bonitos del mundo no existen? Le pedí el libro y me lo regaló. Ese año me quedé en Lilliput viajando a través de la lectura, soñando que esa ciudad era real. Aún hoy, imagino que algún día podré viajar hasta allí, cruzar el Tormes caminando por el puente romano y perderme entre las calles de Salamanca.


RESACA
Xenia García

   Hace ya unas semanas que mis vestidos volvieron a conquistar su terreno en el armario. Como si tus pantalones nunca se hubieran entrelazado con mis mangas. Como si nunca se hubiesen olido. Las marcas de tus gotas al afeitarte han ido desapareciendo del espejo del baño. Y ya casi ni recuerdo cuando me sonreías de soslayo a través de la luna. Tampoco mi cepillo de dientes parece ya huérfano en la vasija que nos regalaron, encontrando cierto regocijo a su holgura.

   
   Tan sólo permanece, testigo de nuestras noches, el vértigo en mi estómago y aquella mancha de vino vertida cuando me respondiste con tu silencio a mi último te quiero.


LA MISMA FECHA
Manuel Moya

   Fue la misma fecha en la que Pablo te amenazó con que si delatabas a aquellos polis verías su corazón ante tu puerta. La misma fecha en la que aparecieron los tipos con la moto y amenazaron con incendiar tu casa si seguías en tus trece. La misma fecha en la que yo te dije, chica, lo mejor es que te olvides de todo y te vengas conmigo y tú me respondiste, aguantaré, aguantaré, aunque sea lo último que haga en mi vida, y yo te contesté casi en broma, no, si va a ser verdad que será a mí a quien le toque enterrarte. La misma fecha, ¿recuerdas?, y ya ves lo sutil y preciso que ha acabado siendo el destino.


INESPERADA TRAGEDIA TRAS SORPRENDENTE ÉXITO
Jesús Alonso

El éxito logrado por el bombardeo programado y continuo de libros de autoayuda sobre la nausea existencial hizo que, eufóricos, los deprimidos del mundo arrojaran sus píldoras antidepresivas por las tazas de los váteres.
Al día siguiente millones de cadáveres de peces y de buzos aparecieron flotando panza arriba en océanos y ríos, lo que causó la reaparición revisada y aumentada de la citada nausea y el aumento de la venta de libros de autoayuda y del consumo de antidepresivos; sobre todo entre los seguidores de peces y buzos.



MERCADO
María José Barrios

Fuimos a buscar un abuelo nuevo, porque el que teníamos estaba ya muy viejito y no nos servía para nada. El primero que nos enseñaron era de muy buena calidad, elegante, perfecto para las fotos de familia y a juego con los muebles del salón, pero parecía bastante aburrido y salía un poquito caro. A mí me gustó el que contaba chistes verdes, lo que pasa es que traía diabetes y tenía mal aliento. También intentaron vendemos un par que, si te los llevabas juntos, te hacían descuento y te regalaban los bastones, pero no nos pareció práctico. Así que finalmente nos quedamos con éste, que viene con dentadura de recambio y sabe volar cometas.
 



UNA APACIBLE TARDE DE VERANO
Iván Teruel
 

  Piensen en un frenazo agudo, de esos que taladran la conciencia de cualquiera. Interioricen el sonido que produce un saco de piedras contra el suelo. Recuerden también cómo se encoge un gusano cuando siente una amenaza, pero sustitúyanlo por tres corazones. Ahora viene lo más duro: imaginen a tres madres que hablaban distraídas en el parque y que ahora corren, con un llanto espeso en la garganta, hacia la carretera que hay tras los setos. La imagen es terrible, sí. Principalmente, porque cuando lleguen al lugar del atropello, dos de ellas no podrán evitar sentir una dolorosa sensación de alivio.
  
ELEMENTAL
Jesús Esnaola Moraza

   Mientras Watson se acuclilla junto al cadáver, Holmes, envuelto en la nube de humo que sale de su pipa, examina la habitación en que se encuentran. Mientras Watson observa el puñal que la víctima tiene clavado entre los dos omoplatos, Holmes repasa las paredes desnudas, sin una sola puerta o ventana, estudia el cubo perfecto de muros lisos que los rodea. Mientras Watson, seguro de que el hombre ha sido asesinado, se pregunta cómo el asesino ha podido salir de aquella trampa sin escapatoria, Holmes, confundida su silueta con el humo del tabaco, se pregunta intrigado cómo han podido, Watson y él, llegar a aquel lugar.



EL RECHAZO
Francesc Barberá
 

   Todo empezó cuando me trasplantaron las dos manos. En tan solo dos semanas ya era capaz de escribir y manipular objetos casi con normalidad. Sin embargo, aquello no era lo más asombroso. Al poco tiempo descubrí que podía tocar el piano, a pesar de no haberlo hecho en mi vida. Luego me pasó lo mismo con los malabares y la papiroflexia. Incluso llegué a hacer algún truco de magia. Mi mujer y mis hijos están encantados con el cambio. Es más, ella se ha vuelto a enamorar de mí. Bueno, mejor dicho, de mis manos. Tanto es así que ahora ya no quiere besos, solo caricias. Además me exige a todas horas que le haga masajes. Qué manos tienes, me dice. Ella lo ignora, pero sueño con que todo vuelva a ser como antes. Hoy me ha pedido que recorte los setos del jardín. Al coger las tijeras de podar y comprobar lo afiladas que estaban, he sentido un cosquilleo por todo el cuerpo.

LLUEVE CON GANAS
Ángel Zapata

   Empezaría a llover hacia las doce, o puede que después incluso; bueno, no sé: qué más da; el caso es que la lluvia sonaba en la ventana y era ya un poco tarde (o muy tarde más bien, según se mire); y al final lo que importa es que lloviese, porque en la vida (o por lo menos yo lo siento así) las cosas pueden ser demasiado distintas según llueva o no llueva, y lo cierto es que anoche llovía. Se había hecho muy tarde y llovía con ganas. Así lo dijo Marta. «Llueve con ganas ¿verdad?» Y al decirlo me abrazó más fuerte, o más por dentro, no sé, debajo de las sábanas que olían intensamente a su piel tibia, a final de domingo, a esas palabras dulces y pese a todo precavidas que es lícito decirse entre amantes recientes («¿Me quieres? Te quiero. Pues dímelo otra vez. Te quiero. Te quiero mucho»), y borrarlas después sin encono, con disimulo casi, mientras se recuperan pantys o calcetines entre el desorden de la habitación (la ventana empañada por el vaho de octubre), como quien pasa una bayeta gris por el cristal de la ternura. 

   «Llueve con ganas ¿verdad?», me dijo Marta anoche; y según lo decía me abrazó de otro modo, o más, o muy por dentro, o algo, y yo habría querido decirle: «Sí. Llueve con ganas»; aunque tal vez solo le dije «Bueno», o «Está lloviendo un poco, sí»; no sé muy bien lo que le dije; eran seguramente más de las doce, y oíamos la lluvia infatigable correr (hacia dónde) por los patios de octubre y correr más allá por las calles atroces del final del domingo; y a mí me habría gustado decirle a Marta: «Sí. Llueve con ganas», aunque tal vez solo le dije: «Bueno», o «Está lloviendo un poco, sí»; pero sé que lo dije tan dentro de su abrazo, tan a resguardo ya, dentro de esa ternura inusitada que la lluvia, de pronto, había vuelto antigua, que no era deseable, ni posible siquiera, borrar esas palabras precavidas que es licito decirse entre amantes recientes; y fuera, en la ventana, estaba oscuro, o quizá se notara un poco más de frío dentro de la habitación (ya no quedaba vaho en los cristales), de modo que me oí decirle a Marta: «¿Tienes que irte?»; y al final lo que importa es que la lluvia sonaba todavía por las calles desiertas, tocaba con sus dedos el alero del patio, más fuerte cada vez, y era ya un poco tarde (o hasta muy tarde incluso); y hay veces que en la vida las cosas pueden ser demasiado distintas según llueva o no llueva (o por lo menos yo lo siento así), o así fue como lo sentí anoche, al final del domingo, perdido en la tibieza de las sábanas que la lluvia de octubre había vuelto de pronto reconocible y nuestra, cuando Marta me dijo: «Puedo dormir contigo si tú quieres»; y yo le dije: «Entonces quédate».
   «No quiero que te marches.» 

   «Llueve con ganas.»

EL FABULADOR
Jon Kokura

   -Vives soñando, por eso debemos terminar -dijo ella, mientras la brisa marina acariciaba su largo cabello dorado.
   -Pero creí que me amabas -contestó él con infinita tristeza.
   -Te amo... pero necesito un hombre realista y tú sólo vives de fábulas y fantasías -dijo la sirena y se arrojó a las olas.
   Él, con el corazón destrozado, la vio perderse en el mar.


VICIOSA
Cecilia Valdivia

   Me dijo que venía por mí en cinco minutos, llevo una hora esperándola, debe de estar en medio del tráfico de Lima; sí, siempre el mismo cuento fantástico cuando la veo cada minuto del día frente a mí.  La sigo día y noche, me espían sus ojos y su cuerpo sinuoso. La veo llegar apurada, sin gota de maquillaje, con los jeans bajos y las zapatillas altas, las manos en los bolsillos y el pelo suelto. Cree que me sorprenderá con el “look” que lleva; ése lo conozco bien, no sabe que sé dónde se cambió;  el vestido incitante, lujurioso y esos tacos altos los usa para él. Ese tipo que se la monta la tiene enferma y a mí me sigue jurando amor y que jamás me dejará. La tengo al frente todo el tiempo, la tengo ahora, no la tendré mañana, la mataré hoy.


SIN TÍTULO
Eva López Martínez

   -Correduría de seguros, dígame, ¿en qué podemos ayudarle?
   -Buenos días, necesito un buen seguro.
   -¿Y qué coberturas desea?
   -Corazones rotos.


UNA TURISTA BRITÁNICA
Ángel Fabregat Morera
 

   Una turista británica sobrevive a un ataque de guepardos en Sudáfrica. El marido filmó cada detalle de lo acontecido. En los felinos hubo cierto desconcierto ante tal hecho.

SIN RESPUESTA
Fátima Díez
 

   Siempre le había intrigado qué aspecto tendría la muerte. Una noche, cuando la mujer se miraba al espejo, sintió un filo cortante en la garganta. Entonces supo que ni siquiera la muerte era capaz de dar la cara.

DESCANSO
Daniel Castillo
 
   
   Quisiera bañar mi alma
con agua de un manantial tranquilo,
de lluvia y de aguas profundas,
cristalinas y frescas,
que lave mis odios y mis tristezas
y me deje limpio el corazón,
ajeno a los pesares y a las dudas,
al cansancio del mundo,
a esta soledad que hoy me agobia...
y me reconcilie conmigo mismo,
con ese triste ser que me mira
todos los días desde el espejo
y me interroga inquieto
por ese niño inocente
que un día estuvo aquí. 


UNA VEZ MÁS
Leonardo Dolengiewich

   Soy un elegido porque, como los de mi especie, puedo hacer borrón y cuenta nueva en mi existencia, dejó escrito el loco que se creía gato antes de suicidarse por tercera vez.
 


SIN TÍTULO
Marisa Greco
 

   La pena danza dentro. Se hace enorme. Estalla. Se va escribiendo en cada rincón de su rostro. Descifrable e indescifrable. Por las sienes, por los párpados, en la boca, en la frente. Cada espacio del rostro se va convirtiendo en una historia, en el pasado que se vuelve presente y deja impresa la huella del dolor.

   No puedo escapar del espejo. Ahí, frente a mí, estoy yo. Escrita por los recuerdos. No consigo reconocerme. Aquella que está al otro lado es la misma que ahora escribe los renglones de la piedad que me sostiene y el destino que me arremete. No sé si es ella la que me va dejando o soy yo la que me estoy yendo. Si es que de verdad me estoy yendo.